jueves, 7 de junio de 2012

El Caballo Peruano al Inicio del Virreinato


por: Andrés Sanchez Alayo

La relativa estabilización del Virreinato, a partir de 1554, permitió el florecimiento de las ciudades y la normalización de las rutas terrestres para viajeros y comerciantes. El caballo y la mula fueron entonces los medios de transporte que ayudaron a la forja del Perú hispano-indígena, raíz y cimiento de la futura nación independiente. No lo fueron ni los carruajes ni las carretas, por la difícil geografía de los arenales costeños y las abruptas pendientes de la sierra. En efecto, a lomo de estas bestias se trasladaron las autoridades de la monarquía para ejercer sus funciones de gobierno, los sacerdotes se aplicaron a la evangelización y la extirpación de idolatrías, los comerciantes y mineros al cuidado de sus empresas y los terratenientes al control de sus dominios agrarios. 

La riqueza concentrada en las principales urbes coloniales, y en particular en Lima, hizo que en ellas se mantuvieran las mejores cuadras de caballos, cuya fama recogen los historiadores Garcilaso Inca de la Vega y el jesuita Joseph de Acosta, así como el carmelita Antonio Vásquez de Espinoza, el cual pondera como los mejores caballos del Virreinato del Perú, los criados en Luya de Chachapoyas. Estos especímenes cumplieron además una función de entretenimiento y ejercicio de la nobleza española y criolla en las grandes fiestas religiosas, en las celebraciones por la coronación de los reyes, en los cortejos fúnebres por el fallecimiento de aquellos o de los príncipes de la Casa Real, en los juegos de cañas, sortijas y alcancías, así como en las corridas de toros que inauguró  Francisco Pizarro al alancear reses bravas en la Plaza Mayor de Lima. 

Andrés Sanchez Alayo
Tomado de:  El Caballo de Paso Peruano. Pro Educación. 1,999