“…Qué hermoso que es mi chalán, cuán elegante y garboso sujeta la fina rienda de seda que es blanca y roja…”
He querido empezar mi primer post sobre caballos de paso con un fragmento del célebre vals “José Antonio” de nuestra querida Chabuca Granda, evocando la imagen que tengo grabada en mi memoria cuando apenas con siete años vi por primera vez a un chalán montado sobre un caballo de paso.
Aunque en honor a la verdad la sensación inicial no fue tan placentera que digamos. Lo recuerdo como si fuera ayer, mi primera reacción fue quedar paralizado, sentía que mi corazón latía a mil por hora y me puse la mano al pecho pensando “se me sale el corazón”, quizás porque desde la perspectiva de un niño que a las justas llegaba a los estribos del caballo todo se veía gigante.
Lo cierto es que mi madre vio mi cara de susto y llegó de inmediato al rescate cual superhéroe de comics, me tomó en sus brazos y por arte de magia la calma llegó. Conforme ella me susurraba al oído tratando de explicar lo que iban viendo mis inocentes y asustados ojos, se apoderaba de mí una indescriptible sensación. A partir de ese día me volví un fanático de los caballos de paso, algo no muy frecuente en un niño de esa edad que en vez de jugar con robots y carritos le pedía a Papá Noel para navidad un traje de chalán, con caballo incluido por supuesto.
Como decía, es mi primer post y he preferido evocar ese grato recuerdo que me marcó de por vida e hizo que me volviera un seguidor de los caballos de paso, más adelante escribiré sobre la historia del caballo de paso peruano, sus características físicas, los principales certámenes y eventos nacionales e internacionales, el apero peruano, los chalanes y las amazonas, y tanta información que tengo por compartir.
Mientras tanto, “…que recojas para mí cuando a la grupa me lleves, de ese tu sueño dorado de tu caballo de paso, aquel del paso peruano”.
Andrés Sanchez Alayo
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