por: Andrés Sanchez Alayo
El ilustrado historiador jesuita Joseph de Acosta, destaca que en el Perú “no sólo se habían multiplicado extraordinariamente los caballos, sino que eran tan buenos como los de España”. Igual opinión sustentaba el Inca Garcilaso, a quien le extrañaba “que no se llevaran del Perú a España en los barcos que traían mercadería a América y regresaban allá vacíos”

El desarrollo en condiciones tan difíciles, llevó al gran conocedor peruano don Carlos Luna de la Fuente a determinar la existencia de tres tipos de caballos de paso y dos subtipos: el costeño, el costeño adaptado a la altura, y el andino. De este último se derivan dos subtipos: el morochuco y el chumbivilcano.

A ello hay que agregar que el relativo aislamiento del Perú durante el virreinato y la primera época de la república, por su posición geográfica en la costa occidental de América del Sur, facilitó la forja de un ejemplar especial, expuesto a escasos cruces, al que se podía formar sin los cambios e intervenciones del Estado. Estas sí influyeron, en cambio , en las transformaciones genéticas de los caballos andaluces, ya que los cruces se rigieron por disposiciones reales durante más de cuatro siglos.
El resultado fue un excelente regalo de la naturaleza, una raza de excepcional belleza y garbo: El Caballo de Paso Peruano.
Andrés Sanchez Alayo
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