martes, 27 de diciembre de 2011

El embajador silencioso

Es el nombre con el que se califica ahora al caballo peruano de paso, convertido en patrimonio cultural de la nación e insigne representante de una raza única que pasea por el mundo su señorío, su impecable galanura y el elegante paso que lo caracteriza.

Recientemente, en la primera semana de diciembre, con ocasión del 49 Concurso Regional Oficial del Caballo Peruano de Paso “Juan Pardo Vargas”, realizado en Pimentel, Chiclayo, se debatió acerca del origen de los concursos de la raza peruana de paso y su importancia en nuestro medio, considerando su valor patrimonial e histórico.

El propio Juan Pardo Vargas ha manifestado en sucesivas entrevistas que el caballo peruano de paso tuvo una etapa de crecimiento y desarrollo en las haciendas costeras, donde familias como los Gildemeister, los Rossel, los Ganoza, los Larco, entre muchas otras, fueron notables cultoras del peruano de paso.

Con el transcurrir de los años, estos bellos ejemplares sufrieron una etapa de degradación y olvido, la reforma agraria no favoreció su desarrollo y posterior evolución. Felizmente que a partir de los años 80 se logró recuperar con creces a esta raza que le aguardaban momentos mejores.

Hoy asistimos a una etapa de expansión y reconocimiento, en donde el peruano de paso se ha convertido en una raza ejemplar como caballo de silla, suave, cómo y resistente, que es motivo de admiración en el mundo entero.

No en vano Argentina, Colombia, México, Ecuador, Panamá, Costa Rica, Honduras, Guatemala, Bolivia, Chile, Estados Unidos, entre otros países, cuentan con asociaciones oficiales de criadores y propietarios del caballo peruano de paso, y su valoración y aprecio va cada día en aumento.


Andrés Sánchez Alayo

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